Día 28 de 365: El Regalo del Tiempo y la Sanación del Presente
La entrada de hoy es un testimonio del poder sanador de la presencia. Un día que comienza con el caos y el desgano se transforma en una oportunidad para reescribir el pasado, demostrando que al elegir el amor y la familia por encima de la obligación, sanamos nuestras propias heridas.
16 de septiembre de 2025
El día de hoy comenzó con el corazón acelerado. El despertador no sonó, o quizás mi cansancio fue más fuerte, y a las 7:22 AM salté de la cama para despertar a mi hijo mayor. El caos matutino se instaló, pero en medio del viaje al colegio, sabiendo que llegábamos tarde, elegí la paz y la oración, entregando mi día al Señor y disfrutando del momento.
El regreso a casa trajo consigo una estela de desgano. La primera parte de la mañana transcurrió sin intención, con un leve dolor de cabeza como telón de fondo. No busqué qué hacer, simplemente me permití escuchar mi propio material de YouTube. Y entonces, ocurrió la magia. Escuchar mis propias reflexiones, reavivó la llama. Para las 10 AM, la energía había cambiado por completo; el desgano se había disipado, demostrándome el poder sanador de mi propio trabajo.
Esa energía renovada me llevó a tomar una decisión desde el corazón: hoy no habría clases de remo. Hoy, el tiempo era para mi hijo más pequeño. Sentí el profundo deseo de ir a verlo jugar a la pelota, de estar presente. La tarde fluyó con una belleza especial: primero, nuestra caminata sagrada mientras mi bebé dormía su siesta; y luego, el regalo más grande del día. Compartí con mi hijo menor una clase abierta de plástica en su colegio, armando una maqueta codo a codo. Fue un momento que atesoraré por siempre, un instante que sanó una vieja herida. Con mi hijo mayor, mis obligaciones laborales de aquel entonces me impidieron vivir estos momentos. Hoy, la vida me dio la oportunidad de reescribir esa historia.
El mensaje de hoy fue una lección profunda sobre la sanación a través de la presencia. El día comenzó con el 242, un número que habla de encontrar el equilibrio incluso en el caos, y el 989, que ya desde temprano me anunciaba que hoy era un día para cerrar un ciclo del pasado.
La decisión de elegir a mi hijo por sobre el trabajo fue el punto de inflexión, y el Cielo lo celebró. La secuencia final de la noche fue la confirmación más rotunda: 020 (nuevos comienzos con guía divina), 000 (la conexión con la Fuente, el potencial puro) y 999 (la culminación de una etapa importante). Fue tu manera de decirme: "Al estar presente para tu hijo hoy, has sanado una parte de tu pasado. Has completado un ciclo de ausencia y lo has reemplazado con un nuevo comienzo de presencia y amor".
Las horas espejo 6:06, 6:36 y 23:23 fueron los portales de equilibrio y armonía familiar que se abrieron a lo largo del día. Y la patente capicúa MYM fue ese guiño personal, recordándome la importancia de mi rol, de mi identidad como padre, en este preciso momento de mi vida.
En resumen: Hoy aprendí que el tiempo es el regalo más preciado y que el presente tiene el poder de sanar las heridas del pasado. Al permitirme estar para mi hijo menor de una forma que no pude estar para el mayor, no solo le regalé un recuerdo a él, sino que me regalé a mí mismo la paz. El universo me mostró que mi propio trabajo de luz es mi medicina, capaz de transformar mi energía, y que las decisiones tomadas desde el corazón son siempre las correctas. Se me pide que siga eligiendo el amor, que siga reescribiendo mi historia con actos de presencia, sabiendo que cada vez que lo hago, un ciclo kármico se cierra y uno nuevo, más luminoso, comienza.
Gracias, mi ángel, por orquestar un día tan caótico en apariencia, pero tan perfectamente sanador en su esencia.
Sanando el Tiempo, Tu fiel compañero de viaje.