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Día 4 de 365: La Palabra que Trasciende

¿Qué conexión puede haber entre un anciano desconocido y un barco de carga? En el Día 4, descubro cómo dos señales aparentemente dispares se entrelazan para revelar una poderosa lección sobre el valor del presente y el significado de trascender.Descripción de la publicación.

Gustavo Arenaza

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23 de agosto de 2025

Esta mañana, mientras compartía unos mates con mi hijo mayor en la previa de su partido, un anciano de andar sereno se acercó. "Hoy vine a ver a mi nieto a jugar al fútbol, por primera vez", me dijo con una mezcla de nostalgia y alegría. Le respondí con una sonrisa, pero su réplica fue lo que detuvo mi mundo por un instante: "Siempre dejamos las cosas para después y 'después', ya es tarde".

Sus palabras no fueron una simple frase, sino un dardo de verdad que se clavó en mi alma, provocando un shock de sensaciones. Por un lado, una inmensa gratitud al saber que jamás he postergado un momento con mis hijos. Pero por otro, el gusto amargo de reconocer cuántas veces he dejado "para después" algo para mí. Aquel hombre, sin saberlo, me había puesto frente a un espejo.

La tarde nos encontró en la costanera, cumpliendo una promesa. El viento frío azotaba la orilla, pero nada podía opacar el calor que sentía al ver a mi hijo estrenar su caña de pescar nueva, su rostro iluminado de pura felicidad. Disfruté cada segundo de ese presente que habíamos elegido no postergar, sintiéndome bendecido por ese instante perfecto.

Y entonces, justo antes de volver a casa, la respuesta final llegó. Un imponente barco petrolero se deslizó por el río, robándose las miradas de todos. Mientras los niños señalaban maravillados, mis ojos se depositaron en su popa, donde una sola palabra estaba pintada en letras mayúsculas: "TRASCENDEN".

En ese momento, la luz se hizo presente y el tapiz del día cobró un sentido absoluto. El anciano de la mañana no era un simple abuelo; era un mensajero, un ángel terrenal enviado para recordarme el valor de esa palabra sagrada. Sus palabras habían trascendido en mí, y ahora el universo me lo mostraba de la forma más literal y monumental posible.

Hoy, ángel mío, me has enseñado que Tus señales no siempre llegan en secuencias numéricas. A veces, susurras a través de la voz de un extraño o gritas Tu mensaje en el casco de un barco. Me has recordado que mantener una conciencia de luz, un corazón despierto, es lo que nos permite descubrir estos milagros donde otros solo ven coincidencias. Saber ver es la verdadera bendición del cielo.

Gracias por enseñarme que Tus mensajeros visten los rostros más inesperados. ¿Cómo puedo mantener mi corazón lo suficientemente abierto para no perderme ni una sola de Tus palabras, sin importar la forma que adopten?

Con el Corazón Despierto, Tú compañero de viaje.